martes, 26 de abril de 2011

EN SU INTERIOR

EN SU INTERIOR
Pasaban los años, y después de haber ido y visitado a los mejores médicos, aquel sentimiento no se había ido de su corazón ni de su mente. Sometido a exámenes y pruebas de todo tipo. Rellenado de pastillas como a un pavo se le llena de carne.
Pero no pudieron dar con la respuesta, fue totalmente imposible, no dieron con la solución. Incluso le pasaron corrientes por su cabeza, pero nada, solo sentía dolor, pero aquello no desaparecía.
No podían encarcelarlo, privarle de libertad antes de que ocurriera algo, porque sería atentar contra su persona y su vida.
Mucha gente estaba pendiente de él. Gente experimentada, cuerpos de vigilancia, de seguridad, que eran capaces de reaccionar en menos tiempo que una persona normal. Siempre vigilado, siempre observado, siempre teniéndolo en cuenta.
Pero para Lorenzo aquello no había terminado, lo notaba en su interior, aquello crecía y crecía.
Al principio despacio, pero luego cada vez más rápido, y era bastante difícil de controlar.
Miradas llena de sangre muchas veces, o solo sudores, o temblores en la manos, o el corazón apunto de salirse por el pecho.
A veces tenía que esconderse en algún servicio de un lugar público unos minutos, para intentar calmarse, otras veces, cuando paseaba se metía por las calles donde menos gente hubiera, y otras veces, no salía de casa, aunque le apeteciera.
Esto, como es lógico, afectaba a su vida social, a sus amigos, los cuales iba perdiendo, y a su trabajo. Pero no podía hacer nada, no podía contar todo lo que le estaba pasando, ya que sería mucho peor.
Pero se supone que los amigos están para eso.
No podía dejar de sentir aquello, cada vez era más fuerte, y el sufrimiento cada vez más inaguantable. Ni las pastillas, ni los tratamientos, ni las corrientes, nada podía
quitar ese sentimiento. Su mente ya no podía más, debía de hacerlo, solo para que aquello después de realizarlo, se apartara de su corazón y de su cabeza.
Lorenzo ya no podía más, por lo que decidió hacer lo que tenía que hacer.
Salió a la calle, y cuando los vigilantes no se lo esperaban les dio esquinazo. Se metió en un taxi, y pidió que

 le llevaran a una tienda de armas, allí compro una escopeta de caza, y volvió al taxi. La siguiente dirección,

 fue el centro de Zaragoza, concretamente la plaza de España. Pago el taxi, se coloco en medio del semáforo

 en verde, y a todo aquel que pasaba le disparo sin miramientos. Realizo, 25 disparos, y mato 15 personas.

 Lo detuvieron porque dejo de disparar, ya que se sentía mucho mejor. Pero en la cárcel, su mirada, y ese

sentimiento de matar, no habían desaparecido del todo.

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